martes, 10 de mayo de 2011

Amigas

Era un día de esos tantos que solía visitarme por la tarde, estábamos sentadas en la sala modular, hablando de todo y de nada, las personas en la casa seguían cada cual en sus cosas, a ratos y siempre percatándonos de no ser observadas, nos besábamos, unos cuantos besos dulces, unos cuantos más apasionados.

El sitio era un poco oscuro, y la poca luz facilitaba a nuestras manos su búsqueda insaciable de placer. Siempre se caracterizó por ser mas temerosa que yo, y con miedo aplacaba mis ganas diciéndome que era peligroso que podían vernos.

En cierto momento a mi poco me importaba sentirme vigilada, es más, el hecho me excitaba sobre manera, y sin avisos desabroche su pantalón, y comencé a acariciar su sexo, no se quien de las dos estaba más sorprendida, si ella de sentirse totalmente descubierta, o yo de percatarme que aun con sus remilgos, estaba empapada.

Comencé a acariciar sus labios húmedos, rozando apenas su entrada, cosa que evidentemente la estaba volviendo loca, porque soltó un gemido que de no ser por mis rápidos reflejos que lo apagaron con un beso, seguro todos hubieran oído.

Entonces le susurré mi plan, quería tocarla mucho, quería que ella me tocará más, le dije que bajáramos al cuarto que antes fuera escenario de momentos muy calientes, nos acompañaba una grabadora, queríamos escuchar música, claro pero también queríamos ahogar los ruidos que podrían surgir en ese encuentro que estaba por suceder.

Llegamos a la habitación y nos recostamos en una colchoneta, pusimos la música, y nos encerramos, éramos solo amigas, ¿quien podía sospechar lo que ocurriría dentro?

Apenas un segundo a solas y la comencé a besar con la urgencia, y la despoje poco a poco de toda su ropa, entonces situé mi boca en sus tetas, esas que tanto conseguían excitarme, de un tamaño respetable, con un pezón deliciosamente contrastante con el color del resto de su piel, comencé a llenar de besos sus pechos, y a morder de repente sus oscuros pezones, no se quien se estaba poniendo más caliente si yo que la acariciaba, o ella que recibía las caricias que le daba.

Entonces sin avisos, metí dos de mis dedos en su vagina, para entonces escurriendo de placer, y no se en realidad si la música logro opacar el grito que salió de su boca, seguí un rato más degustando sus pezones y dedeandola, hasta que la fiera despertó, y quiso jugar a dar placer también.

Siempre ha sido más fuerte que yo, prácticamente me aventó y me dejo fuera de combate, me dedico una mirada por demás delatadora, estaba dispuesta a hacerme gozar como nunca.

En lo que me parecieron milésimas de segundo, ella ya estaba situada arriba de mí, mi pantalón estaba ya a la altura de las rodillas y sus dedos hurgaban mis entrañas, me tocaba como solo ella sabia mientras me besaba el cuello y me ponía cada instante más cachonda.

No se si estaba tan fuera de mi como para diferenciar, pero sentía que el ritmo de sus dedos lo marcaba la música, y cabe mencionar que esta iba muy rápida.

Sentía mis mejillas calientes, y por dentro un fuego que me quemaba, me estaba haciendo gozar de verdad, y ella se notaba que no la estaba pasando nada mal, porque entre beso y beso gemía exquisitamente.

Así con ella locamente poseída por la lujuria y yo disfrutando de sus caricias, justo a un paso del orgasmo, tocaron la puerta…

1 comentario:

  1. Ainssssssssss... qué mal momento para llamar. Encantador relato.

    A tus PIES

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