miércoles, 2 de diciembre de 2009

Dándole la bienvenida al frio

El frio se empieza a sentir jodidamente intenso y en este instante lo único que me da calor es recordar nuestro encuentro de ayer, anoche al acostarme había un algo entre mis sábanas, una combinación escondida de aromas, de sudor, de placer, gritos y sexo.

El día comenzó con un llamado que ya esperaba yo entre sueños y llegó alrededor de las 9 de la mañana, tu tenías que atender muy temprano y en cuanto te desocupaste me llamaste, habíamos acordado vernos para desayunar y prepararnos para otros compromisos para más tarde.

Un hombre no puede dejar todo a la ligera, siempre necesitamos un plan y tener un esquema mas o menos organizado de lo que será el día, yo ya tenía todo pensado, me arreglé rápido y salí a tu encuentro en el lugar acordado, pasamos a comprar un par de cosas a la farmacia y como con prisa pero discimulando un poco mis intenciones y las tuyas llegamos a mi casa. El frío era bastante, en algún instante creo q notaste q te jalaba al caminar, era mi urgencia de volver a un lugar más cálido y acompañado por ti, seguro se me olvidaría el frío de estos días.

Subiste a mi habitación y te dispusiste a meterte en mi cama, no tenías malicia en la cara, me puse un poco más cómodo hasta donde el frío me lo permitió y me metí en las cobijas junto a tí.

Descansamos y pretendí que dormiría no más de 1 minuto, de hecho hasta te daba la espalda, no me resistí a tenerte a mi lado, en mi cama, con frío, y para aminorar el calor y por el tiempo que había pasado sin estos momentos, comencé a besarte despacio, usando mucho los labios y poco la lengua, besos secos y de mucha carne, ricos, para deleitarme de tu boca, recorrí de tu labio superior hasta el borde de tu escote, sintiendo la delicia del calor de tu pecho conforme me acercaba a tus tetas. Degusté sin prisa el sabor de tu cuello y de la parte que tu suéter me ofrecía de tus tetas, de repente, no pensé más, no hacía más frío y pude despojarte lentamente de lo q me estorbaba, el suéter rosa, tus jeans y un mallón negro que llevabas debajo por el frío. Quedaste angelical y deliciosamente expuesta ante mis ojos, aún llevabas calcetines, unos ligeros calzones blancos y un brasier haciendo juego por el que se dibujaban tus pezones producto de la excitación y del frío que hacía.

Mi cámara estaba cerca y no dudé un segundo para preservar estas imágenes, dejé la cámara a la mano por si encontraba una buena posición que preservar en digital y así fué, varias imágenes de nuestro encuentro están ya guardadas en mi cajón.

Así como estabas me quité la playera para sentir el calor de tu cuerpo en mi pecho mientras me dedicaba con una mano a acariciar tus muslos y con la otra a juguetear con tu hombro y los tirantes de tu brasier, me pareció que te urgía quitártelo y se que te diste cuenta que retardaba la agonía de tus pezones por sentir mi boca sobre ellos. Pero como lo tenía previsto, no podría resistir demasiado al tenerte para mí, dispuesta y complaciente, dejé de besarte y con los dientes descubrí la belleza de tus tetas para que al aire de la habitación acariciara la dulzura de tus pezones totalmente erectos.

Desde que llegaste a mi cama tenía ganas de abrirte las piernas salvajemente y penetrarte hasta hacerte gritar de placer. Hoy el juego era disfrutarte, admirar tus tetas y acariciar tu cuello hasta llegar a las rodillas. Cuando quedaste solo con tus calzones blancos el recorrido de besos desde tu boca llegó a tus muslos para despojarte lentamente tu última prenda. Cerraste las piernas involuntariamente, parecías una chicquilla tímida, no me hice esperar y separé tus rodillas con dulzura para poder admirar la belleza de tu intimidad, ahí estaba tu vello púbico, no largo y ya creciendo desde la última vez que lo arreglaste para mí, y un poco más abajo tus labios íntimos, que parecen una flor, de un color tan perfecto, con mis besos y mi saliva abrí tu flor y acaricié tu clitoris, ya quedó también tu agujero expuesto y pude admirarte por dentro, me gusta tu vagina, me gusta el color, su sabor y su aroma, la miel que emanas cuando te excitas, te probé y te volví a besar entre las piernas, mi lengua cada vez más rápida, y tus manos exigieron metiera mis dedos en tí. La vista desde donde estaba era deliciosa, en primer plano, tu vagina, abierta por mis dedos y mi boca degustando tu miel y tu clitoris, al alzar la mirada me encontraba con tus manos desesperadas y tus pezones más erguidos que antes, tus tetas vibrando y tu mordiéndote los labios dejándome hacerte gozar.

Llegaste al punto donde no te es suficiente la lengua, ni mis dedos en tu vagina, te sorprendí con un dedo más en tu culo, se que te gusta, estabas totalmente zorra para mí, te incorporaste, ya no querías dedos ni lengua, querías verga, suplicaste te penetrara. Cambiamos de posición, me tumbé abajo de tí y me montaste, me vuelve loco el instante donde envuelves a mi virilidad de tu calor, de la humedad, donde se desaparece en tu cuerpo y te hago mía. Duramos buen rato cogiendo así, estrujaba tus tetas y veía su vaivén hermoso, al ser deliciosamente grandes es un placer verlas mientras cogemos, de repente nos besabamos, pero prefiero dedicarme a sentir el baile perfecto de tus caderas, llevarte al cielo, que grites extasiada, hablarte, decirte lo que te gusta mientras hacemos el amor, tan hermosa como princesa pero tan deliciosamente zorra.

Gritaste de placer y me volvi loco. Aún no me venía yo, y tu necesitabas que explotara y te llenara de semen dentro de tí, cambiamos de posición, ahora la acción recaía en mis movimientos duros sobre tu cadera, tu estabas abajo y yo me movía para penetrarte cada embestida un poco más, te encanta q te perfore las entrañas, estabas debajo de mí calientísima pidiendo me viniera dentro, no tardé mucho, metértela es delicioso y en un beso salvaje me hiciste llegar al orgasmo, seguí moviéndome hasta llenarte completamente de mí.

Me encanta hacerte sentir mía y sentirme tan tuyo, te amo mi princesa putita.

1 comentario:

  1. Delicioso el relato, pero no más que la experiencia propia en vivo, adoro apagar el frío con el fuego que nos consume siempre que estamos juntos.

    Me encanta dejar en tus sabanas ese aroma nuestro a sexo. y guardados entre las cuatro paredes de tu habitación mis gritos de placer.

    También me encanta tomar el desayuno contigo.

    Me encantas.

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