Era uno de tantos viernes, pero hasta mi ropa interior revelaba mis intenciones, me había puesto una tanga de rosado encaje transparente, y no usaba sostén, eso te lo revelaría hasta después, pero solo pensar en la trampa que tenia dispuesta para ti, mojaba de una manera salvaje mi entrepierna, esa mañana habíamos hecho una apuesta, y segura estaba que la ganaría…
La tarde transcurrió con normalidad, pasaste por mí a la hora acordada, tan solo verte esperando afuera tan apuesto me prendió, y secretamente sentí una erección en mis pechos, mas me quede callada, te abrace e inhale lo más que pude tu aroma ese que puede llegar a desquiciarme…
La lluvia le daba un ambiente más cálido y familiar a nuestro día, llegamos a uno de nuestros restaurantes favoritos, y los paladares quedaron extasiados, como más tarde lo quedarían nuestros cuerpos, salimos del lugar lanzándonos miradas perversas, tan llenas de humedad. Las gotas que caían del cielo alcanzaron a empaparnos un poco, y el agua sobre mi cuerpo solo consiguió ponerme más urgida de lo que ya estaba.
Llegamos al auto, y como muchas noches sino es que todas en las que salimos, buscamos la oscuridad como lo hacen los gatos, mientras manejabas la desesperación hacia transpirar mas de lo habitual mis manos, quería con todas mis fuerzas tocarte, porque sabia perfecto que bajo tu pantalón encontraría un pene erecto, pero no! Conocíamos las reglas de la apuesta, nos besaríamos, besos tiernos, besos urgentes, besos calientes, besos de todo tipo, y si nos faltaban, los inventariamos, pero nunca debíamos tocarnos; un solo roce de tus manos en mis pechos, en mis nalgas, en mi entrepierna, haría el triunfo mío; uno solo de mis dedos en tu miembro o en tu trasero, te daría la victoria que esa noche no estaba dispuesta a darte.
Llegamos a uno de esos lugares que con vidrios empañados solemos hacer nuestro, yo reía tan coquetamente, que seguro parecía una zorra encontrando nuevo cliente, pero poco me importo, yo sabía que el triunfo sería mío porque ya lo había decidido así.
Reclinamos los asientos, y me eche encima de ti, olvide los besos tiernos, comencé con besos sedientos de tu cuerpo, esos donde la lengua va y bien y juega con tus sentidos a placer, te bese el cuello, te mordí, y casi estuve a punto de bajar mi mano a donde seguro quería ella estar, pero me detuvo el deseo de ganar, y luego susurre despacito a tu oído: no uso sostén… en cuanto termine de decirlo escapo un gemido de tu boca, y ese sutil sonido causo efectos inesperados en mí.
Regrese a mi asiento, y me seguiste con determinación, en tu mirada podía descifrar el loco deseo de posar tus manos en mis pechos, de estrujar mis pezones, de morderlos, de lamerlos, pero no, aun no era momento…
Nos besamos, como si nunca más fuéramos a hacerlo, los vidrios comenzaban a empañarse por la saliva evaporada de nuestras bocas, y yo comencé a provocarte con palabras “tócame” “los dos sabemos que lo quieres hacer” y muchas más, cada vez mas obscenas; en ese instante y para tu sorpresa, baje el top que usaba dejando al descubierto el majar que mas te gusta devorar; te ofrecí mi cuerpo, como solo una puta podría hacerlo, pero es que no soy cualquier tipo de puta, son la mujer salvaje que se esconde bajo el disfraz de niña, esa que solo aparece ante las caricias de un solo hombre, solo de ti, solo tuya…
Podía sentir en mis muslos como tu entrepierna estaba poderosamente abultada y yo sabia la razón, moría de ganas de bajar el cierre de tu pantalón, quitarte los bóxers y meter en mi boca tu pene, pero no, no estaba dispuesta a perder…
Cambie de estrategia, acercaba lo mas que podía mis pechos a tu cara, para que un descuido, tu boca los rozaras y así salir victoriosa de nuestro encuentro. Pero no lograba vencer a mi tan caliente adversario.
Estábamos adentrados en los besos, cuando de pronto, y para mi total sorpresa, habías tocado mi nalga derecha…. Si! Habías perdido, ahora el juego tomaría un rumbo no del todo desconocido.
Con prisa y un poco de torpeza nos despojamos de las prendas que tan cuidadosamente habíamos elegido para esa cita, y ya completamente desnudos, las caricias no se hicieron esperar, tu mano abrió mis piernas, para encontrarse con una humedad casi sobrenatural, de mi vagina escurría miel, esa miel que te fascina degustar, mis labios estaban tan dilatados que su aspecto rosado tenia una tonalidad acorde a nuestras ganas, más intensa.
Mientras tus dedos hacían magia, mi mano disfrutaba de una suceso extraordinario, los besos habían hecho en ti estragos y apenas unos roces de mis ansiosos dedos en tu aun mas ansiosa erección, provocaron un éxtasis total, el momento de tu orgasmo había llegado, pude ver como tus muslos se contraían, como tus ojos se perdían, como de tu boca escapaban gritos, y como mi mano se llenaba poco a poco de tu abundante semen.
Un segundo para recobrar tus fuerzas, y volviste inesperadamente al juego, con un poco de esa brusquedad que me gusta de ti, comenzaste a tocarme cada vez con mas fuerza y mas rapidez, como solo tu sabes jugabas a la par con mi clítoris y metías tan dentro tus dedos, que te basto menos de un minuto para hacerme tocar el cielo, eche mi cabeza para atrás para disfrutar mas del momento, mis piernas temblaron como nunca, y yo pude sentir uno de los orgasmos más exquisitos que me has regalado.
El silencio reino en el auto, y las respiraciones tardaron minutos en sosegarse, y a pesar de que la noche era un poco fría, adentro el calor era infernal.
Nos regalamos una mirada mezclada, de satisfacción y complicidad, y es que al final de cuentas, los dos perdimos la apuesta.
La lluvia le daba un ambiente más cálido y familiar a nuestro día, llegamos a uno de nuestros restaurantes favoritos, y los paladares quedaron extasiados, como más tarde lo quedarían nuestros cuerpos, salimos del lugar lanzándonos miradas perversas, tan llenas de humedad. Las gotas que caían del cielo alcanzaron a empaparnos un poco, y el agua sobre mi cuerpo solo consiguió ponerme más urgida de lo que ya estaba.
Llegamos al auto, y como muchas noches sino es que todas en las que salimos, buscamos la oscuridad como lo hacen los gatos, mientras manejabas la desesperación hacia transpirar mas de lo habitual mis manos, quería con todas mis fuerzas tocarte, porque sabia perfecto que bajo tu pantalón encontraría un pene erecto, pero no! Conocíamos las reglas de la apuesta, nos besaríamos, besos tiernos, besos urgentes, besos calientes, besos de todo tipo, y si nos faltaban, los inventariamos, pero nunca debíamos tocarnos; un solo roce de tus manos en mis pechos, en mis nalgas, en mi entrepierna, haría el triunfo mío; uno solo de mis dedos en tu miembro o en tu trasero, te daría la victoria que esa noche no estaba dispuesta a darte.
Llegamos a uno de esos lugares que con vidrios empañados solemos hacer nuestro, yo reía tan coquetamente, que seguro parecía una zorra encontrando nuevo cliente, pero poco me importo, yo sabía que el triunfo sería mío porque ya lo había decidido así.
Reclinamos los asientos, y me eche encima de ti, olvide los besos tiernos, comencé con besos sedientos de tu cuerpo, esos donde la lengua va y bien y juega con tus sentidos a placer, te bese el cuello, te mordí, y casi estuve a punto de bajar mi mano a donde seguro quería ella estar, pero me detuvo el deseo de ganar, y luego susurre despacito a tu oído: no uso sostén… en cuanto termine de decirlo escapo un gemido de tu boca, y ese sutil sonido causo efectos inesperados en mí.
Regrese a mi asiento, y me seguiste con determinación, en tu mirada podía descifrar el loco deseo de posar tus manos en mis pechos, de estrujar mis pezones, de morderlos, de lamerlos, pero no, aun no era momento…
Nos besamos, como si nunca más fuéramos a hacerlo, los vidrios comenzaban a empañarse por la saliva evaporada de nuestras bocas, y yo comencé a provocarte con palabras “tócame” “los dos sabemos que lo quieres hacer” y muchas más, cada vez mas obscenas; en ese instante y para tu sorpresa, baje el top que usaba dejando al descubierto el majar que mas te gusta devorar; te ofrecí mi cuerpo, como solo una puta podría hacerlo, pero es que no soy cualquier tipo de puta, son la mujer salvaje que se esconde bajo el disfraz de niña, esa que solo aparece ante las caricias de un solo hombre, solo de ti, solo tuya…
Podía sentir en mis muslos como tu entrepierna estaba poderosamente abultada y yo sabia la razón, moría de ganas de bajar el cierre de tu pantalón, quitarte los bóxers y meter en mi boca tu pene, pero no, no estaba dispuesta a perder…
Cambie de estrategia, acercaba lo mas que podía mis pechos a tu cara, para que un descuido, tu boca los rozaras y así salir victoriosa de nuestro encuentro. Pero no lograba vencer a mi tan caliente adversario.
Estábamos adentrados en los besos, cuando de pronto, y para mi total sorpresa, habías tocado mi nalga derecha…. Si! Habías perdido, ahora el juego tomaría un rumbo no del todo desconocido.

Con prisa y un poco de torpeza nos despojamos de las prendas que tan cuidadosamente habíamos elegido para esa cita, y ya completamente desnudos, las caricias no se hicieron esperar, tu mano abrió mis piernas, para encontrarse con una humedad casi sobrenatural, de mi vagina escurría miel, esa miel que te fascina degustar, mis labios estaban tan dilatados que su aspecto rosado tenia una tonalidad acorde a nuestras ganas, más intensa.
Mientras tus dedos hacían magia, mi mano disfrutaba de una suceso extraordinario, los besos habían hecho en ti estragos y apenas unos roces de mis ansiosos dedos en tu aun mas ansiosa erección, provocaron un éxtasis total, el momento de tu orgasmo había llegado, pude ver como tus muslos se contraían, como tus ojos se perdían, como de tu boca escapaban gritos, y como mi mano se llenaba poco a poco de tu abundante semen.
Un segundo para recobrar tus fuerzas, y volviste inesperadamente al juego, con un poco de esa brusquedad que me gusta de ti, comenzaste a tocarme cada vez con mas fuerza y mas rapidez, como solo tu sabes jugabas a la par con mi clítoris y metías tan dentro tus dedos, que te basto menos de un minuto para hacerme tocar el cielo, eche mi cabeza para atrás para disfrutar mas del momento, mis piernas temblaron como nunca, y yo pude sentir uno de los orgasmos más exquisitos que me has regalado.
El silencio reino en el auto, y las respiraciones tardaron minutos en sosegarse, y a pesar de que la noche era un poco fría, adentro el calor era infernal.
Nos regalamos una mirada mezclada, de satisfacción y complicidad, y es que al final de cuentas, los dos perdimos la apuesta.
Nunca me enteré de la erección de tus pezones cuando saliste a encontrarme, ojalá me hubiera enterado pero la apuesta estaba en pie.
ResponderEliminarLuna caliente, Luna hermosa, Luna mía te amo, me encanta que te entregues a mi y me lo des todo, a nivel físico y a nivel intelectual tu sí me masturbas las neuronas con tus escritos al igual q tu boca lo hace deliciosomente.
Y si, eres mi puta, porque al igual que a mi te encanta esto y te encanta como somos, entrégate esta noche oscura, por placer y por amor; yo soy todo tuyo y lo sabés, y asi como me gusta consentir los caprichos de niña me fascina complacer los deseos de mi mujer
Te Amo