Era una tarde tranquila, justo después de que te dormiste en mis brazos por el cansancio diario de tus labores, donde no se dibujaba nada fuera de lo normal; tu tenías cinco minutos despierta y después de levantarte un segundo para despejar un poco tu sueño, te acostaste pero en el otro sillón, frente a mí.
Te dejaste caer como pluma, no sospechaba nada, talvez tú tampoco; estabas boca abajo y tu uniforme dibujaba unas nalgas perfectamente redondas y ajustadas a tu uniforme.
Aun recuerdo tu sonrisa pícara, porque justo después que volteaste a verme con malicia empezaste a jugar con tu dedo índice y tú boca, mirabas mi entrepierna al tiempo que metías tu dedo en la boca y llenándolo de saliva me provocabas con tus labios, tu juego se volvió cada vez más explícito, tu dedo tenía ganas de ser mi verga y tu boca tenía ganas de estar entre mis muslos.
Me volví loco, moría de ganas de acercarme hasta el otro sillón, también te invité a venir junto a mí, te negaste y seguiste con tu dedo en tu boca, viendo como algo crecía en mi entrepierna.
Te seguí el juego, y cuando empezaba a entender las reglas las cambiaste totalmente. Dejaste en paz tu boca para llevar tu otra mano por debajo de tu pantalón y más allá, se metió entre tus piernas, la escena era irreal. Yo la verdad no la creía, pero me llevaste a la realidad cuando me hacías una seña con tus ojos de que me tocara yo también.
Solo veía como tu mano se agitaba bruscamente y unos nudillos delicados se notaban por debajo de tu pantalón, tenían un movimiento rítmico con tu respiración, yo cerraba los ojos e imaginaba tu dedo abriéndose paso entre tus labios ya húmedos por tu juego y descubriendo tu clitoris, tan delicado y tan delicioso, tan perfectamente ya excitado y con ese color tan inocente. Mientras tu jugabas con tu clitoris, yo no pude hacer más que ceder a tus indicaciones, me toqué sobre el pantalón y se comenzó a notar mi erección por sobre el pantalón.
Tu respiración se empezó a agitar muchísimo y mi pene quería explotar de placer, no aguantaba más el juego, viendo como te tocabas y tocarme y todo, agregándole además que con tu mano libre jugueteabas con tus pezones, llevando tu mano a tu boca, humedeciéndola y luego regresaba hacia tus tetas ya llena de saliva. Moría de ganas de venirme en tí, en tu boca, en tus manos, en tu vagina...
Y así siguió nuestra tarde perversa, hasta que a dos metros de distancia me vine tocándome al ver como te tocabas y tu también tuviste un delicioso orgasmo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Nunca pense lo que pasaría cuando empecé a jugar con mi dedo en mi boca, pero la sorpresa fue muy grata, me gusta jugar a calentarte, al grado de que no importe incluso la distancia para darnos placer.
ResponderEliminarVen y hagamos lo que en tu imaginación viva esta noche.
:)
ResponderEliminar